29 de febrero de 2012

EN ALGÚN TIEMPO Y LUGAR...


Había una vez, en la antigua China, tres monjes budistas que viajaban de pueblo en pueblo dentro de su territorio ayudando a la gente a encontrar su iluminación. Tenían su propio método: todo lo que hacían era llegar a cada villa y dirigirse a la plaza central donde seguramente funcionaba el mercado. Simplemente se paraban entre la gente y empezaban a reír a carcajadas.

La gente que pasaba los miraba extrañada, pero ellos igualmente reían y reían. Muchas veces alguien preguntaba: “¿De qué se ríen?”.

Los monjes se quedaban un pequeño rato en silencio, se miraban entre ellos y luego, señalando al que preguntaba y apuntándolo, retomaban la carcajada. Y sucedía siempre el mismo fenómeno: la gente del pueblo, que se empezaba a reunir alrededor de los tres para verlos reír, terminaban contagiándose de sus carcajadas y tornaban a reír tímidamente al principio y desaforadamente al final.

Cuentan que al reír, todo el pueblo olvidaba que estaba en el mercado, olvidaba que había venido a comprar y el pueblo entero reía y reía y nada tenía la envergadura suficiente para poder entristecer esa tarde. Cuando el sol se escondía, la gente riendo volvía a sus casas; pero ya no eran los mismos, se habían iluminado. Entonces los tres monjes tomaban su atado de ropa y partían hacia el próximo pueblo.

La fama de los monjes corría por toda China. Algunas poblaciones, cuando se enteraban de la visita de los monjes, se reunían desde la noche anterior en el mercado para esperarlos. Y sucedió un día que, entrando en una ciudad, repentinamente uno de los monjes murió. “Ahora vamos a ver a los dos que quedan -decían algunos-, vamos a ver si todavía les quedan ganas de reír...”

Ese día más y más gente se junto en la plaza para disfrutar la tristeza de los monjes que reían, o para acompañarlos en el dolor que seguramente iban a sentir.

¡Qué sorpresa fue llegar a la plaza y encontrar a los dos monjes, al lado del cuerpo muerto de su compañero riendo a carcajadas! Señalaban al muerto, se miraban entre sí y seguían riendo.

“El dolor los ha enloquecido -dijeron los pobladores. Reír por reír está bien, pero esto es demasiado; hay aquí un hombre muerto, no hay razón para reír.”

Los monjes, que reían, dijeron entre carcajadas. “Ustedes no entienden... él ganó... él ganó...”, y siguieron riendo.

La gente del pueblo se miraba, nadie entendía.

Los monjes continuaron diciendo con risa contenida: “Viniendo hacia aquí hicimos una apuesta sobre quién moriría primero. Mi compañero y yo decíamos que era mi turno... porque soy mucho mayor que ellos dos, pero él, él decía que él... iba a ser el elegido... y ganó ¿entienden?... él ganó”. Y una nueva andanada de carcajadas los invadió.

“Definitivamente han enloquecido -dijeron todos. Debemos nosotros ocuparnos del funeral, estos dos están perdidos.”

Así, algunos se acercaron a levantar el cuerpo para lavarlo y perfumarlo antes de quemarlo en la pira funeraria como era la costumbre en esos tiempo y en ese lugar.

“¡No lo toquen! -gritaron los monjes sin parar de reír. No lo toquen... tenemos una carta de él... él quería que en cuanto muriera hicieran la pira y lo quemaran así, tal como está. Tenemos todo escrito... y él ganó... él ganó.”

Los monjes reían solos entre la consternación general. El alcalde del pueblo tomó la nota, confirmó el último deseo del muerto e hizo los arreglos para cumplirlo. Todos los habitantes trajeron ramas y troncos para levantar la pira mientras los monjes los veían ir y venir.

Cuando la hoguera estuvo lista, entre todos levantaron del suelo el cuerpo sin vida del monje y lo alzaron hasta el tope de la montaña de ramas reunidas en la plaza. El alcalde dijo una o dos palabras que nadie escuchó y encendió el fuego. Algunos pocos lagrimeaban en silencio. Y de pronto, algo extraño sucedió. Del cuerpo que se quemaba salió una estela de luz amarilla en dirección al cielo y explotó en el aire con un ruido ensordecedor. Después otros cometas luminosos llenaron de luz el cuerpo que se quemaba, bombas de estruendo hacían subir los destellos hasta el cielo y la pira se transformó en un increíble espectáculo de luces que subían y giraban y cambiaban de colores y de sonidos espectaculares que acompañaban cada destello. Y los monjes aplaudían, reían y gritaban: “¡Bravo... Bravo... !”. Y entonces sucedió. Primero los niños, luego los jóvenes y después los ancianos, empezaron a reír y a aplaudir. El resto del pueblo quiso resistir y chistar a los que reían, pero al poco tiempo todos reían a carcajadas.

El pueblo, una vez más, se había iluminado.

Por alguna razón desconocida, el monje que reía sabía que su fin se acercaba y, antes de morir, escondió entre sus ropas montones de fuegos artificiales para que explotaran en la pira, su última jugada, una burla a la muerte y al dolor, la última enseñanza del maestro budista: La vida no finaliza sólo nace una y otra y otra vez.

Y el pueblo iluminado reía.

Hojas de ruta. Bucay.

En esta eterna vida, la risa con llanto o sin él acompaña, festejando siempre las luces que destellan en cada rostro, en cada latido, en cada bella despedida y bienvenida.

Volver a ver / Siddhartha .

Risas.

24 de febrero de 2012

UN CAUDAL


No hay río que se apresure con mayor fuga
que la rauda corriente de la vida.

Virgilio.

... con fuerza y gran delicadeza lleva a cada ser sobre su caudal, con sentido y destino, con estruendo y armonía.

14 de febrero de 2012

DESDE HIPONA

Antony Gormley

¿Y de qué relevancia será saber una multitud de cosas? Suponiendo que habéis conocido todos los circuitos del cielo y la tierra, los espacios del mar, el trayecto de las estrellas, las virtudes de hierbas y piedras y los secretos de la naturaleza, ¿qué provecho os tendrán siendo ignorante de vos mismo?

Agustín de Hipona

Un vuelco a este universo interno, un regreso para contemplar los vientos, colores distintos que soplan y plasman un nuevo paisaje.

Astor Piazzolla / Notturno Oblivion

7 de febrero de 2012

DESDE CALCUTA






La vida es una oportunidad, aprovéchala.
La vida es belleza, admírala.
La vida es dulzura, saboréala.
La vida es un sueño, hazlo realidad.
La vida es un reto, afróntalo.
La vida es compromiso, cúmplelo.
La vida es un juego, disfrútalo.
La vida es costosa, cuídala.
La vida es riqueza, consérvala.
La vida es un misterio, devélalo.
La vida es una promesa, lógrala.
La vida es tristeza, sopórtala.
La vida es un himno, cántalo.
La vida es un combate, acéptalo.
La vida es una tragedia, enfréntala.
La vida es preciosa, jamás la destruyas.
Porque la vida es la vida, vívela.

Madre Teresa de Calcuta. Agnes Gonxha Bojaxhiu


Gracias .

Un vuelo de grandes matices...

3 de febrero de 2012

SILENCIO




Un encantador silencio asomó por este cosmos,

detenido el soplo de los aires que visitan desde lejos,

sin las voces de afuera, sin las internas.

...Así

un espontáneo segundo ofreció la calma,

despojándose de los cantos que ofrecen los minutos,

tejedores de paz los segundos que llegan.


Sin importar su tiempo. Aquí el silencio.